UN PASEO PARA CONOCER Y
GOZAR DE LA CUENCA DE PAMPLONA.
Nos saluda una clara mañana
de este Otoño que sigue añorando el verano. El grupo de senderistas nos
reunimos en la parada del autobús que nos lleva directamente al punto de
partida del paseo. Una Iglesia atractiva preside la plaza y desde ella iniciamos
el camino. El pueblo muestra preciosas casas, solariegas unas, chalets adosados
la mayoría, que evidencian los grandes cambios que han sufrido los pueblos de
la Cuenca. Bien guiados por Santi Moreno, enseguida tomamos el camino que sube
hasta el fuerte. Una subida ligera entre encinos, la tierra seca adornada con
las primeras hojas caídas. A mitad de la subida una vista preciosa de Ezcabarte
con sus pueblos, sus grandes campos que esperan las primeras lluvias para la
siembra y una ligera niebla que quiere levantarse y adorna algunos recovecos que
miran al norte.
Pasamos el cruce del camino
de la etapa de la fuga y rodeamos la impresionante construcción del Fuerte,
recordando lo que vimos y sentimos en la visita que realizamos hace unos días.
Tal vez era esa la razón, además de un cierto sofoco, lo que hizo que en ese
espacio habláramos poco y nuestra imaginación recordara lo que tras aquellas
paredes tanta gente sufrió tanto.
Llegados arriba nos impresiona
la vista de nuestra Cuenca, sus pueblos, sus polígonos industriales. Quien más,
quien menos, divisaba su pueblo, su barrio, y dejaba que la imaginación
recorriera años de historia personal y colectiva en aquel espacio en el que se
guardan muchas de nuestras vivencias.
Almorzamos a la sombra de
las potentes antenas de comunicación que se han apoderado de este monte. Nos
encontramos con mucha gente que subía a pie, corriendo, en bicicleta, y de
todas las edades. Pareciera que fuera un día festivo. El almuerzo, como
siempre, variado y solidario.
Y emprendimos el camino que
nos iba a llevar a Ezkaba Txiki. Seguíamos disfrutando de los paisajes a un
lado y otro; paisaje urbano a un lado y rural al otro. Hubo no obstante una
cosa que encogió nuestros ánimos: la mayoría de los bojes de la zona estaban secos,
debido a la presencia de esa mariposa que está azotando zonas enteras de la
geografía navarra y que parece condenar a toda una especie tan acogedora como
es el boj.
Esta fue la otra cara de
esta jornada de senderismo.
El final tuvo el encanto del
río Ulzama, el puente y la Trinidad de Arre, el Batán, el Molino y el paseo por
la calle Mayor de Villava en la que estaban desmontando el tablao de las
vaquillas y bien parecía que la gente estuviera con resaca dada la tranquilidad
que se respiraba. Los/as senderistas de Burlada dejaron el grupo antes de entrar
en Villava por razones de economía de esfuerzos. El resto, menos Inés, que se
quedó ya en su casa de la calle Mayor, nos dividimos entre los transporte
públicos que nos llevaron a nuestros respectivos rincones.
Una jornada bonita, un
ambiente estupendo, una forma física reconfortante y a la espera de que en la
próxima Etapa podamos encontrarnos más gente.